¿Eres tú Salvo?

Querido lector, si tú murieras en este mismo instante, ¿Sabes tú si irás al Cielo o al Infierno por toda la eternidad?

Por supuesto, a nadie le gusta pensar en la muerte, pero la muerte llega a todos. Dios dice en Hebreos 9:27, “Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio.” ¡Tú puedes saber con seguridad dónde pasarás la eternidad! La Biblia dice en I Juan 5:13, “Estas cosas os he escrito a vosotros que creéis en el nombre del Hijo de Dios, para que sepáis que tenéis vida eterna, y para que creáis en el nombre del Hijo de Dios.”

¿Sabes tú si tienes vida eterna? ¿Sabes tú si eres salvo? Tus respuestas a estas preguntas determinarán ¡dónde pasarás la eternidad! La pregunta no es si tú perteneces a una iglesia, o si eres una persona religiosa, o si fuiste bautizado, o aun si eres una buena persona. La pregunta no es si tú tienes la esperanza de ser salvo, o si estás tratando de serlo, sino ¿Eres tú salvo? Tú necesitas saber con seguridad, porque la eternidad es un tiempo ¡muy largo! La verdad del asunto es que si tú no has nacido de nuevo, tú no puedes pasar la eternidad en el Cielo con Dios. Jesús dijo en Juan 3:3b, “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios.” Para nacer de nuevo y saber con seguridad que tienes vida eterna, necesitas hacer lo siguiente:

Primero, tienes que reconocer y admitir que eres un pecador. Romanos 3:10, 12b, “Como está escrito: No hay justo, ni aun uno…No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno.” Romanos 3:23, “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios.”

Segundo, tienes que reconocer y admitir que por ser un pecador mereces la muerte. Romanos 6:23a, “Porque la paga del pecado es muerte…” Hay dos clases de muertes; la primera muerte es física, y la segunda muerte es espiritual. La muerte espiritual es la separación eterna del alma del pecador y de Dios. Y cada persona que está sin Cristo está condenada a sufrir la segunda muerte en el Infierno por ¡toda la eternidad!

Tercero, tienes que reconocer y admitir que Dios te ama tanto que Él dio a Su Hijo unigénito, Jesús, para cargar todos tus pecados y morir en tu lugar. Isaías 53:5, 6, “Mas él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados. Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros.” II Corintios 5:21, “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.” Juan 3:16, “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.” Hebreos 9:22, “…y sin derramamiento de sangre no se hace remisión.”

Cuarto, tienes que creer y recibir a Cristo como tu Salvador personal. Mira lo que el carcelero de Filipos le preguntó a Pablo y a Silas en Hechos 16:30-31, “Y sacándolos, les dijo: Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo? Ellos dijeron: Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo, tú y tu casa.” Juan 1:12, “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios.” En dondequiera que te encuentres, arrepiente y acepta a Jesucristo como tu Salvador personal; invoca Su nombre ahí en donde estés. Romanos 10:13, “Porque todo aquel que invocare el nombre del Señor, será salvo.” Todo aquel quiere decir, el que sea, y el que sea ¡te incluye a ti!

Haz esta oración: Señor Dios, sé propicio a mí pecador; yo creo que Jesús murió en mi lugar en la Cruz. Yo creo que Su sangre derramada, muerte, sepultura y resurrección fueron por mí. Yo Le acepto hoy como mi Salvador personal. Gracias por el perdón de mis pecados. Gracias por salvarme, en el nombre de Jesucristo. Amén.